Todavía me acuerdo de cuando me llevabas a pasear en ese viejo citroen blanco (al que no sé por qué extraña razón llamábamos patata). Recuerdo que me daba igual lo viejo y feo que fuera simplemente por que al volante ibas tú. Y recuerdo cuando los domingos nos llevabas a pasear al lado de la playa, tan despacio como siempre. Porque a tí nunca te gustó conducir, pero aún así, te gustaba llevarnos al fin del mundo.
Recuerdo que apenas me llegaban los pies al suelo y me quedaba embelesada con el tic-tic del intermitente. Siempre manteníamos la misma conversación:
- ¿Cómo funciona?
A lo que tú respondías:
- Yo sólo tengo que pensar dónde voy y él ya lo sabe. Se pone solo. Éste es un coche mágico.
Y me hacías una demostración. Y crecí pensando que los intermitentes se ponían solos. Ha sido una de las mejores mentiras que me han contado en la vida.
bueno nena por lo menos tu no creciste pensando que el perro del edificio de enfrente te hablaba, cosa rara q sólo hablara cuando staban mis padres delante...... la de tardes q me habré pasao hablandole al perro ese... pobrecillo
ResponderEliminarp.d: muy bonita la entrada ;)