Nunca nos dimos un abrazo de despedida porque nunca nos quisimos despedir. Pensamos en reencontrarnos una y otra vez. Ignoramos que a la vuelta de la esquina se podían separar los caminos. Creímos que habrían, en su defecto, llamadas o cartas que guardar en un cajón hasta que el papel se tornase amarillento para que un día cualquiera de lluvia, años más tarde, me volvieras a contar tu historia.
Nunca nos dimos un abrazo de despedida porque nunca nos quisimos despedir. Porque nunca nos despedimos. Porque nunca nos quisimos.
Nunca nos dimos un abrazo de despedida porque nunca nos quisimos despedir. Porque nunca nos despedimos. Porque nunca nos quisimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario