Miré hacia atrás por última vez
para ver cómo el colchón
todavía respiraba nuestro olor.
Y nunca más volví allí.
Pero te dí la mano
y se fueron los miedos.
Y cambiamos de colchones.
Traducía largas palabras de noche
y para descansar, de postre,
tenía tu respiración leve
y tus ojitos.
Y los sueños eran nuestros.
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