Era esa sensación de ahogo la que tanto temía. La que le dejaba sin vida pero respirando. Cuánto pesan las responsabilidades que nos autoimponemos y qué absurdas son, pensó mientras prendía su primer cigarrillo.
Supuso que las personas no se van de nuestra vida cuando uno quiere, sino que siempre hay cabida a que aparezcan de nuevo. Pero por primera vez no estaba preparada para perdones ni más lágrimas. Tampoco para algún lo siento y alguna caricia en las manos.
Se sintió vieja y se juró no amar en un largo tiempo, no ser capricho de nadie. Por las mañanas se quedaba a oscuras bailando frenéticamente y en cada atardecer imaginaba que algo bonito le sucedía. Pero nunca ocurría.
Las cosas no son tan difíciles, chica - se dijo una mañana a sí misma - Así que deja de llorar y construye tu destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario