29 octubre 2013

sin documento


- Apátrida - le explicó- simplemente nunca tuve hogar, aunque alguna vez creí tenerlo. Nunca tendré raiz, no vengo de ningún lado y tampoco sé dónde voy. No tengo lugar donde morir. No nos enamoremos: ni tú de mis ojos de atardecer ni yo de tu aire desgarbado. Creeme, no serviría de nada. El amor que profeso también es apátrido y termina por caducar, nunca supe el secreto. He visto irse tantas bocas, tantos lunares, tantos calores... que no soportaría uno más - y comenzaron a rodar lágrimas impuntuales- Así que toma mi consejo: nunca te enamores de una apátrida de piernas cortas, de ojeras largas, pelo desordenado y sonrisa triste. No te enamores de mi y me será más fácil olvidarte.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario