14 marzo 2010

hasta que las hojas del libro se vuelvan amarillas

El camino había sido largo. Pero no había importado porque no tenía precio ver el mar desde la ventana del tren. Tras el cristal todo semejaba una película. El revisor había picado su billete haciendo una muesca en forma de corazón en el extremo derecho.
Después de fundirse en un abrazo, dieron una vuelta y se sentaron a comer en su pequeño restaurante frente al puerto. Aquel era su escondite secreto. Como siempre, habían elegido la mesa de la ventana.
- ¿Sabes quíen ha muerto? Te va a dar mucha pena...
- No tengo ni idea. ¿Ha sido esta mañana?
- Esta misma mañana. Tu escritor preferido. El genio de Delibes.
Y a ambos se le escapó un suspiro. Fuera llovía.
- Papá, ¿por qué de pequeña me cantabas canciones de amor?
- No sé. ¿Debía haberte leído cuentos de dinosaurios?, ¿me odias por ello?, te he condenado a ser una romántica como yo, ¿verdad?
- No te odio... pero que sepas que es una mierda.
- Eh. No te eduqué para que dijeras esas cosas.
- Lo siento, pero me educaste para que me rompieran más facilmente el corazón.




" En la vida has ido conociendo algunas cosas pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado. Esa idea te deprime y entonces es cuando buscas apresuradamente un remedio para poder arrastrar con dignidad el futuro. Ahora no tendré a nadie a mano cuando me asalte el miedo.
(...)
Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad. Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella.''
Mujer de rojo sobre fondo gris

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