20 abril 2014

cuando echar de menos es una opción


Decidió que el viento se quedase a su derecha y lanzó la gasa de su cuello sobre la arena. Se descalzó y con ese gesto tan suyo, saltó sobre la improvisada toalla. Se quitó la camiseta, los pantalones. 
[más bien imaginó que era él quien se los quitaba mientras su corazón se desacompasaba de cualquier respiración humana posible].

Acostada imaginó sus ojos, sus pestañas sobre su ombligo. Un día - se dijo- tendré que contarle que me encanta su vaivén, despeinarle el pelo, su frente en mi pecho. Su silencio sobre el mio. 

Las nubes se escurrían rápido y su piel sudaba como cuando la abrazaba.

Y cerró los ojos y creyó llover a su alrededor. Como hacía él cuando se escondía bajo sus sábanas. Él conseguía la lluvia. 

Su lluvia. 

   Y decidió echarle de menos.

        Decidió llorar.

            Y llover.

Pero solo consiguió un ruido de tormenta.


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