10 abril 2014

Fue un atraco perfecto



Iba de rojo y le robó el corazón, aunque ella miraba con aire desgarbado e inocente al horizonte. No le importaba nada en aquel momento: ni los corazones robados ni el suyo propio.
Llevaba el rimel corrido y le robó la razón, aunque ella lloraba de noche y en silencio por respeto a los cielos estrellados y a las risas de día.
Canturreaba bajito y le robó el alma, aunque ella despistada imaginaba bailar de puntillas y con la melena revuelta en una calle de doble sentido.
Tenía la piel dorada y le robó las manos, aunque ella estaba tibia en cualquier cama y dormía boca abajo para que nadie le sacara sus secretos del pecho.

Le robó hasta el último pensamiento y llenó su cabeza de su ausencia.



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